Los trances que vivimos es la pieza que faltaba en el rompecabezas disfuncional. Este libro nos muestra  las diferentes formas en que seguimos recreando y repitiendo nuestros modos de respuesta infantiles en la edad adulta, y al mismo tiempo nos da las pautas precisas para dejar de hacerlo.


Según la concepción del autor, cualquier estado emocional incómodo en el que nos encontremos, es un estado de trance. El mero hecho de identificar el estado de trance que subyace en un problema nos da la herramienta que consigue disolverlo.

Pero éste no es en modo alguno un libro exclusivamente para terapeutas. Más bien está dirigido a quienes desean dar más sentido a sus vidas y a su mundo.


Los trances que vivimos alimenta la sensación de maravilla y de creatividad que es la única esperanza de la condición humana. John Bradshaw, autor de Volver a casa y de Crear amor, habla en este último libro de Los trances que vivimos y dice que le ayudó a entender exactamente cómo ocurre la mistificación y por qué es tan poderosa:


El libro de Wolinsky es una síntesis fascinante de hipnoterapia moderna y de profundas comprensiones de la filosofía oriental. Muestra cómo creamos estados protectores de trance, como respuesta a experiencias dolorosas de la infancia, y cómo continuamos utilizándolos posteriormente para protegernos, incluso cuando no son necesarios.


Los trances que vivimos es una maravillosa manera de describir el estado congelado e inalcanzable del amor mistificado. También existe un elemento esperanzador en la tesis de Wolinsky. Si creábamos nuestros propios trances durante la infancia —aunque no recordemos haberlo hecho—podemos aprender a trascender nuestros estados de trance siendo adultos. Es decir, podemos desmistificarnos.



Nunca el número de personas mayores había alcanzado cotas tan altas en nuestra sociedad. Afortunadamente, este hecho también va asociado con una mejora considerable en su calidad de vida tanto en lo referente a su salud general como en la cantidad y variedad de recursos sociales a su disposición.


Cuando nació la psicología como ciencia a finales del siglo XIX, este grupo de edad no constituía una preocupación principal de los primeros psicólogos, probablemente porque en esa época el número de personas mayores no era muy grande. Anecdóticamente podemos recordar que Freud consideraba que las personas mayores (para él eran los que tenían entre 45 y 50 años) no eran objeto de terapia, pues consideraba que ya no podían cambiar psicológicamente. Tampoco el desarrollo de la psicología humanista a partir de los años 60, contempló el estudio del envejecimiento como un tema central en el desarrollo de sus áreas de estudio.


Parece pues que la necesidad social de ocuparse de los procesos de envejecimiento de una forma específica, aparece después que el desarrollo de las principales escuelas psicológicas anteriores al cognitivismo. De hecho, el interés fundamental por la psicología del envejecimiento comenzó en pleno auge del cognitivismo, lo que explica que la forma de abordar este tema desde la psicología haya sido casi exclusivamente desde esta perspectiva psicológica. Este hecho ha condicionado enormemente la forma en la que se entiende y aborda este proceso en la sociedad y en la literatura científica actual. En los últimos años se han estudiado muchos ámbitos muy importantes relacionados con el envejecimiento, los factores psicológicos protectores del deterioro cognitivo, afectivo y social, cómo proponer un envejecimiento satisfactorio, cómo aumentar la esperanza de vida, la influencia de la actitud y el afecto positivo frente a la vejez, el entrenamiento en estilos de afrontamiento sanos, la importancia de las relaciones sociales y de la competencia social. Todas estas áreas han dado frutos muy positivos y necesarios y, por suerte, continuarán dándolos.


Si desea leer la introducción de este libro, pulse aquí.





Todos los días de nuestra vida, podemos sentir ira, miedo, alegría, tristeza y vergüenza. Son las cinco emociones fundamentales de nuestra existencia. Pero algunas son más fáciles de experimentar y de expresar que otras. La clave para vivir una vida más rica es aprender a acceder al rango completo de nuestras emociones.


El pequeño libro de las grandes emociones es la guía de sugerencias más adecuada para alcanzar la libertad emocional. Con la ayuda de ejercicios, estudio de casos y la perspicacia de una destacada terapeuta, usted podrá descubrir la honda satisfacción personal derivada de experimentar y comprender sus emociones.

Este libro pone el énfasis en la responsabilidad emocional, solvencia social y en el uso de interacciones cotidianas para crear soluciones y una mayor comprensión.


Erika M. Hunter es trabajadora social y psicoterapeuta.



Nuestra línea editorial siempre ha estado dirigida hacia el crecimiento personal. Este nuevo libro abunda en el mismo empeño y se dirige asimismo a terapeutas, médicos y psicólogos, con la certeza de que las pautas que pueden servirles a ellos para ser más terapéuticos también pueden sernos de utilidad a todos nosotros en nuestras relaciones personales.


Esta obra es una guía muy motivadora para cualquier persona que tenga una relación terapéutica, ya sea profesional, profesor, padre o amigo.


Basado en estudios que destacan las características de los terapeutas más eficaces, Hacernos naturalmente terapéuticos nos muestra cómo podemos ayudar mejor, abriendo nuestro corazón y liberando a nuestro sanador interno.


Entre otros temas, a lo largo de este trabajo se abordan:

  • Las diez características que todos los terapeutas necesitan descubrir dentro de sí mismos.
  • Cómo superar los patrones que nos hacen relacionarnos mal.
  • Las trampas de aleccionar, juzgar, enseñar o salvar, que son barreras a la verdadera intimidad.
  • El principio de la confrontación útil. Cuándo y cómo usarla.
  • Trascender los modos codependientes de ayudar y lograr que las personas con problemas conecten con su propia fortaleza.